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La carne y el diablo / 2008

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Del cuerpo como epopeya bíblica

(Extracto)

 

Sin embargo, la disolución del tiempo lineal y de los cánones no implica sometimiento a la moda posmoderna que borra superficialmente toda postura ideológica. En “La carne y el diablo” sigue habiendo sustancia y la defensa de ciertos valores: la libertad en el arte, la persistencia del amor y el erotismo a pesar del mercado, la resistencia al poder, la recuperación del ingenio popular. Es una defensa que no se estaciona en consigna alguna porque, merced a su pluralidad de talentos, Enrique Garnica es muchos creadores a la vez, uno que se traiciona y se reinventa en cada cuadro, y demuestra que, a contrapelo de la masificación, es posible aún seguir siendo un artista singular. 

 

Yuri Herrera

 

 

Memoria de la carne

(Extracto)

 

Si como aseguraba el escritor alemán Jean Paul Richter, la memoria es el único paraíso o el único infierno del que no podemos ser expulsados, La Carne y el Diablo, la más reciente producción de Enrique Garnica (1959) viene a ser un viaje, si no es que una estadía, por su inmenso paisaje iconográfico y sentimental, con sus zonas luminosas y sus ámbitos sombríos; un paseo estético por varios momentos de la historia universal y de nuestra propia vida, una franja que se tiende entre lo íntimo y lo público.

 

Las obras de Garnica surgen del inconsciente colectivo y crean una memoria que es y no es la nuestra, porque, como apuntaba Balzac: existen en nosotros varias memorias, el cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya. 

 

Juan Carlos Hidalgo

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